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En esta entrada recogemos las reflexiones de una gran compañera y amiga sobre su experiencia como alumna en una clase de la EOI. Teresa Ruiz, felizmente jubilada, ha sido durante los últimos 17 años responsable del programa de Tratamiento Integrado de Lenguas en la comunidad.
Ahora se encuentra al otro lado de la trinchera y desde allí, ha querido compartir con todos nosotros sus reflexiones acerca de cuáles son los elementos que convierten a un profesor de lenguas en un buen profesional. ¡¡Gracias Teresa!!
«En los últimos cursos hemos hablado mucho sobre las características de una buena profesora de lenguas; yo quiero desde aquí compartir mi reflexión como alumna. Es una aportación completamente subjetiva (o no), basada en mi experiencia personal, sí, pero sustentada en mis conocimientos previos.
Después de 38 años impartiendo clases de lengua y literatura española en secundaria, reflexionando e investigando sobre la didáctica, elaborando materiales didácticos, currículos y otros documentos oficiales, este curso he vuelto a las aulas con la despreocupación de quien sólo quiere aprender «per piacere», y me he apuntado a clases de italiano en la E.O.I. de Bilbao. Ha sido una experiencia maravillosa por múltiples razones (el grupo de compañeros, la musicalidad de la lengua, la tranquilidad de quien hace algo sólo por que le gusta…) pero ha habido un factor esencial: mi profesora Gabriela, motor de la clase y nexo de unión de todo lo demás. Por eso, me gustaría compartir con vosotros las características de mi «profesoressa», para que sirvan de debate y reflexión.
- Sabe muchísimo, conoce la lengua italiana, sus variantes, sus usos, su evolución... Y también conoce la cultura en la que esta lengua se ha desarrollado, sus libros, películas, arte, ciudades, costumbres… No sólo nos ha introducido en la lengua italiana, también nos ha acercado a Italia.
- Pero no lo sabe todo, y cuando tenía dudas en el aula, nos lo decía claramente, buscaba la respuesta en alguien que supiera más que ella, en los libros, en la vida.
- Ha seguido una programación pensada para nuestro nivel, pero la ha roto, se la ha saltado, la ha modificado y la ha adecuado a nosotros cuantas veces ha sido preciso. Por cierto, el eje de la programación era gramatical, pero la necesidad de comunicación es la que nos ha impulsado a romperlo.
- Ha llevado la actualidad al aula. Reconozco que a mí me ganó cuando al inicio del curso murió Dario Fo y nos llevó un texto de Saviano publicado en la red en el que se despedía de quien había sido su amigo. Por supuesto, el texto no estaba pensado para alumnado de A1, pobres ignorantes, pero ella nos ayudó a entenderlo.
- Ha creado un clima agradable en el aula que nos ha permitido disfrutar de la clase. Creo que en esto le hemos ayudado entre todos, pero no está de más recordar que ella nos ha dado pie con su sonrisa y con su disposición.
- Ha usado las tecnologías de la comunicación, pero no ha abusado de ellas. Hemos visto anuncios presentaciones, video clips, noticias…. textos en distintos formatos, hemos utilizado el coreo electrónico… pero siempre la producción y comprensión de textos ha estado muy por encima del uso de la tecnología. Como es lógico en una E.O.I., el desarrollo de nuestra competencia comunicativa (perdonadme el uso de este concepto últimamente sustituido por otros de límites difusos; es el más claro de todos) ha estado por encima del desarrollo de cualquier otra competencia.
- Ha alternado actividades variadas, unas más lúdicas y otras más tediosas; pero en un clima de aprendizaje, de uso de la lengua, todos entendíamos que veces era imprescindible hacer ejercicios repetitivos para distinguir el uso de «a» o de «in», de «di» y «da», y no nos parecía tan terrible.
- Nos ha devuelto corregidas y perfectamente anotadas todas nuestras redacciones, ha valorado nuestro trabajo diario y nos ha animado a hacerlo.
- Ha permitido que la vida entrara en el aula en numerosas ocasiones. No le he preguntado a Gabriela si sabe qué son las situaciones problema y la familia de situaciones, pero en clase hemos encontrado múltiples excusas para aprender, y en las dos horas largas que duraba cada sesión encadenábamos situaciones de aprendizaje.
A veces la literatura moderna se centra tanto en los materiales didácticos (los que hemos utilizado eran bastante tradicionales), en las programaciones en las que todo encaja como en un puzle de 1000 piezas, y en tantas otras cosas necesarias, que se nos olvida que lo verdaderamente imprescindible es la profesionalidad de quien guía y dirige el aprendizaje. Gracias Gabriela.»